
Título: Melocotones helados
Autora: Espido Freire
Editorial y año: Booket, 2001 (1999)
Elsa, una joven pintora, se ha visto obligada a abandonar su casa ante
unas amenazas de muerte de las que desconoce la razón, y marcha a otra
ciudad a vivir con su abuelo. En esa suerte de exilio que nadie desea
tomar en serio, Elsa se adentra en las intrincadas relaciones humanas,
que había descuidado para dedicarse a la pintura, y se mueve entre la
propia historia de su familia y, sobre todo, la de una prima con la que
comparte nombre y apellidos. De ese modo se enfrenta a su fragilidad, a
los errores, a la mezcla de identidades, a vivir una vida equivocada sin
saberlo. ¿Es posible que incluso al morir se produzcan confusiones?
Tengo una curiosa relación de amor/odio con los premios Planeta. Mientras que algunas de las novelas que se han alzado con el galardón me han parecido brillantes, o cuando menos muy dignas, otras me han sorprendido muy poco gratamente al dejarme más bien indiferente. Melocotones helados, de Espido Freire, ganó el premio en 1999 y su lectura me ha dejado bastante frío. Creo que la autora peca de ambición y pretende abarcar demasiado historias en un único libro; como resultado, pues, las tramas quedan algo diluidas, con una superficialidad que impide que el lector sea capaz de disfrutar de la novela. Una verdadera lástima, porque el punto de partida prometía bastante.
Elsa es una joven pintura cuya vida no pasa por los mejores momentos. Cuando recibe amenazas de muerte de extraña procedencia, decide abandonar su ciudad para ir a vivir con su abuelo. Una vez alejada del peligro, Elsa deja a un lado su profesión para dedicarse a entender las relaciones humanas, a entenderse a sí misma y a cuanto la rodea. En esa fase de asimilación recorrerá la historia de su familia, y en especial de una prima con quien comparte nombre y apellidos. ¿Y si las amenazas no fueran más que la consecuencia de un grave error?
A pesar de la impresión inicial, Melocotones helados no es ninguna novela negra. El asunto de las amenazas de muerte queda en un segundo, o tercer plano, y Espido Freire se centra en la vida de la protagonista y de los miembros de su familia. Antes de desgranar mi opinión, me gustaría dejar claro que me ha gustado, y mucho, la prosa agradable, natural y amena de la autora. He leído críticas feroces que dejan temblando el estilo de Freire, y a mí me ha convencido del todo. Sin embargo, el libro en sí ya no puedo defenderlo con tanta fuerza, porque también yo me he llevado una impresión un tanto desfavorable por culpa de la superficialidad que ya he comentado antes. Creo que es erróneo querer contar varias historias sin ahondar en ninguna; el lector se siente en parte estafado y el regusto amargo es difícil de eliminar.
Por otro lado, hay una decisión de la autora que me parece sumamente desacertada. Cuando comienza a relatar el pasado de los personajes, ubica parte de la narración en plena Guerra Civil y, para mi asombro, se inventa el nombre de las ciudades. Dado que ha elegido un acontecimiento que todos tenemos en mente, el hecho de no situar el lugar donde transcurre la historia desconcierta y, en mi opinión, aleja al lector de lo que está leyendo. A lo largo del libro, además, asistimos al relato de personas y situaciones que nada tienen que ver con las tramas principales. Pasajes irrelevantes y claramente innecesarios que todavía provocan más extrañeza. El final, por último, resulta precipitado y me he quedado con ganas de leer otro modo de cerrar la vida de la principal protagonista.
Como veis, no soy capaz de recomendar Melocotones helados. La novela me ha sugerido demasiado y luego me ha contado lo que no quería y me ha omitido lo que sí me interesaba. Otra perspectiva, y otra forma de desarrollo, habría ayudado a mejorar una historia que parte de unos cimientos curiosos y atractivos. Pese a la decepción que me he llevado con esta primera incursión en la obra de Espido Freire, no tacho el nombre de la escritora de la lista de futuras lecturas, porque me ha gustado cómo narra. Quizá he tomado una mala decisión al comenzar con este libro. Cuando le dé una nueva oportunidad -cosa que haré, pero no sé cuándo-, vendré raudo a contároslo.