Título: El haiku de las palabras perdidas
Autor: Andrés Pascual
Editorial y año: Plaza & Janés, 2011
Nagasaki, 1945. Victor, un muchacho occidental afincado en Japón, ha acordado encontrarse con Junko, la preciosa hija de una diseñadora de arreglos florales, para recibir el haiku que sellará su amor adolescente. Minutos antes del encuentro, la bomba atómica convierte la ciudad en el peor de los infiernos. Tokio, en la actualidad: Emilian, un arquitecto suizo comprometido con el urbanismo sostenible y habitual colaborador de Naciones Unidas, atraviesa una profunda crisis personal cuando conoce a una galerista de arte japonesa obsesionada con encontrar el antiguo amor de su abuela.
De un tiempo a esta parte, los personajes de una novela son uno de los elementos en los que centro mi atención en mayor medida. Cada vez aprecio más que los literatos lleven a cabo el esfuerzo de presentar un perfil creíble que sea capaz de despertar sentimientos en nosotros, los lectores. Andrés Pascual es uno de los escritores que mejor acierta con sus protagonistas. Aún hoy recuerdo a Mathias, de El compositor de tormentas, con un cariño especial. Kazuo, el muchacho japonés cuya vida se nos cuenta en El haiku de las palabras perdidas, vuelve a poner de manifiesto el indudable talento narrativo que anida en la pluma de un autor que no os podéis perder.
En 1945, los Estados Unidos recorren a un arma devastadora para lograr la rendición de Japón: la bomba atómica. Las dos lanzadas en sendas ciudades japonesas despliegan un poder insospechado que arrasa con todo. Kazuo, un joven de padres holandeses que vive en Nagasaki, aquella mañana espera en una colina la llegada de su amor, un reencuentro que no se produce por culpa del estallido de luz y aniquilación. En 2011, el arquitecto Emilian Zach regresa al país por el que siente devoción para superar una ruptura difícil y para, además, cerrar un trato con el gobierno japonés que supondrá la instalación de un moderno dispositivo de energía nuclear. Al poco de llegar, sin embargo, encontrará serios obstáculos que lo llevarán a buscar un amor que se perdió durante la Segunda Guerra Mundial.
Siempre me produce una gran ilusión asistir a la consagración de un talento. Comencé a leer a Andrés Pascual con su ópera prima, El guardián de la flor de loto, que me sorprendió, y El compositor de tormentas afianzó la admiración que siento por las letras del autor riojano. Como soy muy ordenado y me gusta seguir la línea temporal, era el turno de El haiku de las palabras perdidas, su tercera novela, y ya os avanzo que he disfrutado, y cómo, de la lectura. Sobre todo, y recogiendo la frase con que he empezado la reseña, por Kazuo, uno de los protagonistas, quien me ha robado el corazón, ya en el primer capítulo en que aparece, gracias al halo de realidad que lo envuelve. A pesar de que a priori ya es imposible no sentir empatía hacia alguien que es testigo de un hecho tan trágico, la personalidad del joven irradia tal magnetismo, y tal fuerza, que su nombre permanecerá en la retina de cualquier lector.
De nada serviría presentar a un personaje maravilloso si la novela está descompensada y hace agua. Y no es este el caso. La narración es impecable y es el resultado de un ejercicio literario impoluto; la doble ambientación, en el Japón de 1945 y en el actual, convence por la riqueza de detalle y por la documentación que ha precedido a la escritura del libro; las descripciones ofrecen un justo equilibrio que ayuda a que uno imagine los lugares sin que por ello se sienta torpedeado con información; y el final, que no esperaba para nada, me ha dejado boquiabierto. Algo que ayuda a todo lo anterior, y que ya no es mérito tanto del propio escritor como de la editorial —Plaza & Janés—, es la bellísima edición de la obra: una cubierta espléndida, una maquetación agradable y una disposición cómoda de los capítulos y de los títulos de estos. Cuando el libro está bien armado, también es nuestro deber advertirlo y elogiarlo.
No me gusta lanzar pronósticos ni proferir aseveraciones así como así, puesto que en el cambiante mundo editorial nadie sabe qué sucederá en los próximos años. No obstante, cuando veo sin asomo de duda el futuro de triunfos que espera a un don indiscutible, no puedo más que alzar la voz y proclamar lo siguiente: Andrés Pascual es uno de los escritores contemporáneos más brillantes en nuestra lengua. Le auguro una carrera tan larga como exitosa, de la que no me pienso perder ni una sola coma. Si con las dos obras anteriores me había quedado claro, El haiku de las palabras perdidas reafirma mi opinión y me convence de que estamos frente a un autor imprescindible. El tiempo ya me está dando la razón. Y así seguirá.