
Título: Pequeñas infamias
Autora: Carmen PosadasEditorial y año: Planeta, 1998
En la casa de veraneo de un acaudalado coleccionista de arte se reúne un variopinto grupo de personas. Juntas pasan unas cuantas horas y, a pesar de las frases agradables y los comentarios corteses, la relación acabará envenenada por lo que no se dicen. Cada una de ellas esconde un secreto; cada una de ellas esconde una infamia. La realidad adquiere de pronto el carácter de un rompecabezas cuyas piezas se acercan y amenazan con acoplarse. El destino es caprichoso y se divierte creando extrañas coincidencias.
El interés de un lector puede proceder de distintos elementos de una novela. A menudo suele ser por el final, por saber qué les ocurre a los protagonistas, o bien qué les ocurrió en el pasado. No es frecuente que uno sepa en las primeras páginas cuál es el desenlace, aunque es un recurso que a mí me parece muy interesante —como demostrara en su día Gabriel García Márquez en su célebre Crónica de una muerte anunciada—. Carmen Posadas echa mano de la misma estrategia en Pequeñas infamias, la novela con la que ganó el premio Planeta en 1998. Ya en la sinopsis misma descubrimos cómo termina la historia, pero ese detalle no le resta emoción, porque desconocemos de qué manera ha sucedido todo. A veces, por lo tanto, lo primordial no es el destino, sino el camino que se toma para llegar hasta él.